Cañas y Barro: 78
none Pág. 78 de 158 Cañas y Barro Vicente Blasco Ibáñez No volvería para mostrarse en las grandes poblaciones dominadas por el pecado de la riqueza. La otra vez no se presentó en la inmensa ciudad que se llama Roma, sino que había predicado por pueblecillos no mayores que el Palmar, y sus compañeros fueron gente de percha y de red, como la que se reunía en casa de Cañamel. Aquel lago sobre cuyas olas andaba Jesús con asombro de los apóstoles, seguramente que no era más grande ni hermoso que la Albufera. Allí entre ellos vendría el Señor, cuando volviese al mundo a rematar su obra; buscaría los corazones sencillos, limpios de toda codicia; él sería uno de los suyos. Y el vagabundo, con una exaltación en la que entraban por igual la embriaguez y su extraña fe, se erguía mirando el horizonte, y por el borde del canal, donde se quebraban los últimos rayos del sol, creía ver la figura esbelta del Deseado, como una línea morada, avanzando sin mover los...
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