Cañas y Barro: 77
none Pág. 77 de 158 Cañas y Barro Vicente Blasco Ibáñez Tonet se burlaba de Sangonera. Ya que era tan puro, ¿por qué se emborrachaba? ¿Le mandaba Dios ir de taberna en taberna para correr después los ribazos casi a gatas, con el tambaleo de la embriaguez...? Pero el vagabundo no perdía su solemne gravedad. Su embriaguez a nadie causaba daño, y el vino era cosa santa: por algo sirve en el diario sacrificio a la Divinidad. El mundo era hermoso, pero visto a través de un vaso de vino parecía más sonriente, de colores más vivos, y se admiraba con mayor vehemencia a su poderoso autor. Cada uno tiene sus diversiones. Él no encontraba mejor placer que contemplar la hermosura de la Albufera. Otros adoraban el dinero, y él lloraba algunas veces admirando una puesta del sol, sus fuegos descompuestos por la humedad del aire, aquella hora del crepúsculo, que era en el lago más misteriosa y bella que tierra adentro. La hermosura del paisaje se le metía en el alma,...
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