Cañas y Barro: 158
none Pág. 158 de 158 Cañas y Barro Vicente Blasco Ibáñez El negro barquito, con el farol en la proa, pasó toda la noche evolucionando por el interior de los carrizales. Veíasele como una estrella roja errando a través de las cañas. Cerca del amanecer la luz se apagó. Habían encontrado el cadáver, después de dos horas de busca angustiosa, tal como lo vio el abuelo: con la cabeza hundida en el barro, los pies fuera del agua y el pecho convertido en una masa sanguinolenta, destrozado a boca de jarro por la metralla de los cartuchos de caza. Lo recogieron con sus tridentes del fondo del agua. El padre, al clavar su fitora en aquel bulto blanducho, izándolo a la barca con sobrehumano esfuerzo, creyó que la hundía en su propio pecho. Después fue la marcha lenta, angustiosa, mirando a todos lados, como criminales que temen ser sorprendidos. La Borda, siempre sollozante, perchaba en la proa; el padre ayudábala en el otro extremo de la barca; y entre estas dos...
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