Caballería maleante: 4
Caballería maleante Capítulo IV de Joaquín Dicenta Por la puerta de la habitación entró un hombre de cuarenta a cuarenta y cinco años, carirredondo, de entrecano bigote. Era su estatura mediana y su actitud tambaleante, como de quien ha convertido en bocoy su estómago. Llevaba caído contra la nuca el ancho sombrero y empuñaba un rifle con la diestra nervuda mano. Vestía a lo hombre acomodado de la clase media campesina y dejaba ver, por entre el chaleco, una camisa de cuello bajo, sin planchar. Polainas de cuero negro le llegaban hasta la media pierna. A no oír su nombre, hubiérale tomado Manolo por un labrador rico, que retornaba de la caza con más vino en el cuerpo que perdices y conejos en el morral. -A la paz de Dios tós -dijo el bandido, saludando. -Servidor -repuso Manolo con voz trémula, levantándose de su asiento. -No hay que molestarse por mí; siga la diversión. Amigo, siéntese, que no soy pa muchos cumplimientos. Vosotras a lo que estábais,...
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