Brenda : 30

22/12/2010 2.804 Palabras

Brenda : 30En las costas de Eduardo Acevedo Díaz Dirijamos ahora una mirada a la ribera. Pasado un mes, desde el primer día de su enfermedad, Cantarela fue sintiéndose con fuerzas, acentuose la mejoría, volvieron a llenarse sus mejillas descarnadas, los colores hermosearon el rostro, y abandonó por fin el lecho para recuperar muy en breve todo el vigor de su juventud. En los primeros días de convalecencia no quiso salir del interior del pobre hogar, complaciéndose en recorrerlo a pasos lentos, callada y mustia, sin una lágrima ni una queja. La acción benéfica de Areba se había hecho sentir en él con frecuencia. Marcelo solía acompañarla, compasivo, en tributo a su antigua amistad con el viejo pescador; y ella compensaba esa conducta con humilde afecto y las únicas sonrisas que entreabrían sus labios. En la última visita, el doctor de Selis prescribió el ejercicio, indicando a la joven la...

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