Así paga el diablo: 03
Capítulo III 03 Pág. 03 de 09 Así paga el diablo Felipe Trigo Trabajaba. Trabajaba esta mañana en su despacho. Buscaba, por medio de la estadística, una demostración de que la incultura y la pobreza de un país no guardan relación con el número de crímenes. Si se aumentan las públicas escuelas y se alimentan las clases populares, gracias al abaratamiento de las subsistencias, disminuyen los atentados contra la propiedad, pero crecen en el mismo grado los delitos contra el pudor y los de sangre. Esto era natural, y hacía falta estar ciegos para no verlo: un bruto que no come, roba; pero un bruto que se harta, aunque se le enseñe a leer, mata... por celos, por furias de fiera alimentada, por una simple sinrazón de majería. La idea, o mejor dicho, el «hecho de observación», era de Colajanni o de Trerate, de uno de estos dos sociólogos amigos de Lombroso; pero el propio Juan habíalo comprobado en sí mismo, con un hartazgo de callos: la bestia humana...
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