Anaconda: 03
Anaconda de Horacio Quiroga Capítulo III Cruzada halló a la Ñacaniná cuando ésta trepaba a un árbol. -¡Eh, Ñacaniná! -llamó con un leve silbido. La Ñacaniná oyó su nombre; pero se abstuvo prudentemente de contestar hasta nueva llamada. -¡Ñacaniná! -repitió Cruzada, levantando medio tono su silbido. -¿Quién me llama? -respondió la culebra. -¡Soy yo, Cruzada!... -¡Ah, la prima!.... ¿qué quieres, prima adorada? -No se trata de bromas, Ñacaniná... ¿Sabes lo que pasa en la Casa? -Sí, que ha llegado el Hombre... ¿qué más? -Y, ¿sabes que estamos en Congreso? -¡Ah, no; esto no lo sabía! -repuso la Ñacaniná deslizándose cabeza abajo contra el árbol, con tanta seguridad como si marchara sobre un plano horizontal-. Algo grave debe pasar para eso... ¿Qué ocurre? -Por el momento, nada; pero nos hemos reunido en Congreso precisamente para evitar que nos ocurra algo. En dos palabras: se sabe que hay varios hombres en la Casa, y que se van a quedar...
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