Aita Tettauen: 18
Aita Tettauen de Benito Pérez Galdós Segunda parte - Capítulo XI Paseando con don Toro Godo una tarde por las lomas de Cabo Negro, en dirección a la cuenca anchurosa de Río Martín, se arrancó Santiuste con unas ideas tan peregrinas, que su venerable amigo le tuvo por hombre sin seso, o a punto de perderlo. «Ya sabe usted, don Toro -dijo el poeta-, que tengo por gravísimo mal el celibato eclesiástico. La Iglesia lo puede todo en el terreno dogmático; pero no alterará jamás las leyes de Naturaleza, ni la fundamental hechura de nuestras almas. Cegada la fuente del amor humano, ¿cómo hemos de apreciar y comprender el divino? Si nos sacáis los ojos, ¿cómo hemos de distinguir los colores? Cerradnos el oído, y no sabremos gozar de ninguna clase de música». -Esa es una cuestión, Juanito mío -dijo el ladino capellán-, sobre la cual un viejo de setenta años no puede opinar discretamente; que no está bien pedir dictamen al polo frío sobre los calores tropicales....
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