A Juan José de Soiza Reilly
A Juan José de Soiza Reilly de Evaristo Carriego Al astrólogo ensueño, sus novias: las estrellas, contáronle el secreto de unas cosas tan bellas que un ruiseñor lunático, que cantaba a las rosas, puso en sus sinfonías esas extrañas cosas. Era un noble pronóstico, que, enigmáticamente, irradiaba su verbo, como un límpido oriente en gestación de soles. (Quizá una profecía de los magos geniales en blanca epifanía). Eran graves promesas. Era un coro de astros que dejaba en la pauta sus luminosos rastros: Yo, en mi musa salvaje, los evoqué, y entonces hablaron las estrellas con la voz de los bronces. Y así ritmo un saludo. Si hallas la canción dura, es porque cada estrofa tiene algo de armadura, que al corazón resguarda de la flecha amistosa: la que al clavarse, a veces se vuelve ponzoñosa. Tal vez en el Envío que trabaja mi mano me ayuda Perogrullo ¡tan ingenioso y llano! ... Son versos como zarzas, pero hay en sus rudezas muchas...
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