A fuego lento: 35
A fuego lento de Emilio Bobadilla Capítulo V Transcurrieron diez días y el fastidio de Alicia aumentaba. -Me vuelvo a París, aunque me ase de calor, que no me asaré -dijo una mañana-. ¡Esto es muerte! Si quieres, quédate con Plutarco. Baranda trató en vano de disuadirla. Estaba resuelta. -¿Qué dirán los porteros al verte volver sola? -¡Los porteros! ¿Qué me importan a mí los porteros? ¡Como si no estuvieran enterados de todo! En París me distraigo: voy a las tiendas, me paseo por el Bois... -Aquí también puedes pasearte. Podemos hacer muy bonitas excursiones al Tréport, a Dieppe... -No. Déjame a mí de excursiones. Para nada, además, me necesitas. Quédate y ve a tu Tréport y a tu Dieppe. Yo me vuelvo a París. Es cosa hecha. -Pero... -No hay pero que valga. Si me quedo aquí un día más, reviento. ¿Qué ojos humanos resisten esa playa y esa gente que parece de Ménilmontant? ¡Oh, no, no! A París. -Y se puso a hacer el equipaje. El médico se alegró...
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