A fuego lento: 28
A fuego lento de Emilio Bobadilla Capítulo XVI Alicia continuaba gastando en su persona; pero al médico le contaba hasta las camisas que se ponía. -Hay que economizar -decía. Compraba lo peor del mercado, en términos de que el doctor se quedaba a menudo sin comer. Sustituyó la luz eléctrica con lámparas de petróleo. La sospecha de que la pudiese dejar en la calle, según la insinuación de la Presidenta, despertó en su alma de lugareña una avaricia sorda. Del dinero que el médico la daba mensualmente para los gastos domésticos, se guardaba la mitad. Cuando el doctor se quejaba de su tacañería en unas cosas, en las necesarias, y de su despilfarro en otras, en las superfluas, exclamaba colérica: -¿Te pido yo acaso cuenta del dinero que te gastas con la otra? Yo, a lo menos, soy tu mujer legítima y tengo derecho a lo tuyo, al paso que la otra es una advenediza, una intrusa que no tiene derecho a nada. Alicia, auxiliada por la marquesa de Kastof, la vieja polaca,...
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