A fuego lento: 26
A fuego lento de Emilio Bobadilla Capítulo XIV Cuanto ganó don Olimpio en Ganga, vendiendo comestibles averiados, iba pasando a manos de la Presidenta... Doña Tecla nada veía. Su anemia cerebral iba en aumento. Se figuraba que el único lazo que les unía era la animosidad que sentían por el médico. ¿Por qué le aborrecían? Porque el doctor no se recataba para decir a quien quisiera oírle que la Presidenta era una tía y don Olimpio, un zoquete. Además, don Olimpio no olvidaba ni el desdén con que contestó a su brindis la noche del banquete en Ganga ni el haber seducido en su propia casa a Alicia. Todo, no obstante, se lo hubiera perdonado si Baranda hubiera sido una medianía. ¿Quién era don Olimpio? Un pobre diablo salido del fondo de una aldea que no figuraba en el mapa, como quien dice. Si no hubiera visto nunca al médico de cerca, de juro que hubiera formado en el número de sus admiradores. Pero el hecho de rozarse con él, de frecuentar su casa, de saber,...
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