Un día cualquiera con las familias gitanas del barrio
Un día cualquiera en el barrio transcurría organizado por los horarios que marcaba el trabajo. El tiempo laboral determinaba la vida de todo el mundo y, por supuesto, también la de las familias gitanas. Los matrimonios, por la mañana, salían del barrio con sus furgonetas para ir a vender hasta el lugar donde se hacía el mercado. si los maridos tenían otra ocupación, iban las mujeres solas, o con los suegros, o con las y los hijos mayores. Entre todos montaban la parada velozmente y exponían el género antes de que comenzara el trasiego de la gente buscando los mejores precios. Recuerdo un día cuando, al principio de mi trabajo de campo, yo también iba al mercado. Mi informante, como siempre, salió a vender con sus hijos mayores, un mozo de veinticuatro años y una moza de veintisiete. En la parada, me hablaba de su familia y de los gitanos. Mientras charlábamos, anunciaba el precio de las bragas y llamaba la atención de las clientas: «[...] Notarás un cambio, porque...
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